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¿Quién dirige mi camino?

Nuestra vida se basa en etapas. Nacemos, empezamos a dar nuestros primeros pasos y a decir las primeras palabras. En la escuela aprendemos a leer, escribir y en un abrir y cerrar de ojos, ya nos estamos graduando. Sin embargo, en algún momento de nuestras vidas comenzamos a preguntarnos ¿Qué es lo que sigue? Y este pensamiento nos ataca en cualquier momento y a todos sin excepción. La ansiedad sobre el futuro es un problema que ha afectado a muchos cristianos, ya que, en ese afán de tomar decisiones, han perdido su propósito en Dios.

"Pero Jehová había dicho a Abram: Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré”.

En ningún momento el señor menciona el lugar al que debía llegar o las coordenadas de donde se debía dirigir, simplemente dijo: ¡Te la mostraré! y Abraham confió en lo que había dicho, sin preguntarse qué comería o qué pasaría después, él decidió creer a ojo cerrado como lo hace un niño cuando su padre le promete un regalo. Tenía la plena certeza que si el señor guiaba su camino no tendría que temer. Aunque vivió momentos difíciles, cada vez más dependía del señor y de no haber sido así tal vez no sería recordado como el padre de la fe, ni hubiese alcanzado el cumplimiento de cada promesa.

Por un momento pensemos cuántas situaciones han pasado en las que no hemos dejado que el señor dirija nuestro camino y a partir de hoy tomemos la decisión de entregarle todo por completo. Recordemos que la oración es la herramienta principal de todo cristiano, allí encontraremos las respuestas a nuestras peticiones, recibiremos la paz en medio de las preocupaciones y en especial conoceremos el propósito que él trazó para nosotros.

“No se inquieten por nada; más bien, en toda ocasión, con oración y ruego, presenten sus peticiones a Dios y denle gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, cuidará sus corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús”. Filipenses 4:6-7.

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