Según un artículo del New York Times, en Estados Unidos, los que no tienen definida una corriente religiosa, los ateos y quienes se sienten espirituales pero no practican ninguna religión en particular, representan cerca de la cuarta parte de la población.

Actualmente, pareciera que las religiones organizadas son cada vez más irrelevantes para la espiritualidad moderna; esto por las decisiones que toma la humanidad, por la maldad, las injusticias, la desigualdad e incluso la muerte. Situaciones en las que incluso, se han visto sumergidos creyentes y que, paradójicamente, se alejan del carácter y de la fe que profesaron los fundadores de las religiones, como Jesús, Mahoma o Buda.

Es por esto mismo que las personas pierden cada vez más la esperanza en estas doctrinas. Lo que no saben es que la RELIGIÓN VERDADERA va más allá de un simple formalismo o ritual.

La religión verdadera es todo un estilo de vida; no promueve filosofías humanas, sino la visión de Dios; fomenta el amor sincero y constante por el prójimo, al cual se busca ayudar en la necesidad; y ante todo, busca la integridad.

 

¿Qué significaría para los humanos redescubrir su fe no como un difícil sistema de creencias sino sólo como una forma de vida justa y generosa expresada en la compasión por su prójimo?

Realmente la doctrina no inspira, ni los rituales, ni siquiera la más bonita iglesia. Lo que inspira y mueve a los demás es una madre abnegada que saca a sus hijos adelante; un joven que ayuda a su hermano en la aflicción; una oración sincera por un amigo; un mercado para esa familia necesitada;  un médico misionero en Ucrania que atiende a las víctimas de bombas; una mujer que lucha a favor de los derechos humanos; un colectivo que cuida a los huérfanos. Esa es la verdadera religión.