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¡Señor, sálvame!

¡Señor, sálvame!

Ese fue el día en que Pedro experimentó uno de los momentos más emocionantes  de su existencia, es el único después de Jesús en vivir algo así.

Fue un día lleno milagros asombrosos, los discípulos de Jesús vieron la multiplicación de cinco panes y dos peces, con los que alimentaron a miles. Hubo sustento hasta la saciedad. Claro que, llevaban tiempo con el maestro, cara a cara contemplando el poder sobrenatural de Dios; lo imposible Él lo hacía posible. Al caer la noche partieron en la barca, necesitaban llegar al otro lado y Jesús les pidió que se marcharan primero.

Luego de algunas horas, los discípulos estaban lejos de tierra firme, Jesús los vio y fue hacia ellos, pero no de cualquier forma. Imagínate esto, tal vez Jesús no encontró otro medio de transporte y dijo: bueno, tendré que llegar a ellos de alguna manera, no hay más remedio que caminar sobre el agua… ¡Claro! Es la forma más común de hacerlo, ¿verdad?; Inténtalo y vemos cómo te va con eso. Así se fue acercando y los discípulos se llevaron un gran susto, pensaron que era un fantasma, pero Él les dijo — Soy yo, no teman. Sin embargo, Pedro quería confirmar esto y le dijo —Si eres tú, ordena que yo vaya hasta ti sobre el agua; —Ven, respondió Jesús. Llegó lo más increíble para Pedro, ¡sí! Caminó sobre las aguas. Unos cuantos pasos y apartó su mirada de Cristo para fijarse en los fuertes vientos; entonces comenzó a hundirse.

¿Cuántas veces hemos visto a Dios obrando en nuestra vida y llegan las circunstancias que parecen ahogar nuestra fe?

Pedro comenzó a hundirse justo cuando puso su mirada en la tempestad; antes él ya estaba siguiendo la voz de su maestro y estaba caminando sobre las aguas, mas el temor, las dudas, los miedos, los afanes y las voces incorrectas que él decidió escuchar provocaron que comenzara a hundirse.

Hay algo más en esta historia...

Pedro al ver cómo se hundía, levantó su voz y gritó — ¡Señor, sálvame! y Jesús lo tomó de la mano. Cuánto más sentimos que nos hundimos, más fuerte debe ser nuestra oración. Él puede y desea rescatarte aún en tu noche más oscura, abre tu boca, di las palabras. ¿De qué necesitas que Él te salve?

“Pero en mi angustia, Señor, a ti clamé; a ti, mi Dios, pedí ayuda, y desde tu templo me escuchaste; ¡mis gemidos llegaron a tus oídos!” Salmos 18: 6 -9. “Mi vida corría peligro, y Él me libró de la muerte; me puso sobre una roca, me puso en lugar seguro.” Salmos 40. 2

Es posible sentirnos indignos de su misericordia, ser invadidos por la desesperanza y la frustración de nuestras fallas, mas su amor sigue ahí. Nuestro clamor a Él siempre produce una respuesta. Tal vez no de la forma que esperamos. Él responde con ideas, provisión, conexiones, sanidad, puertas que abre y otras que cierra; todo con propósito.

Luego del acto estelar de Pedro, juntamente con Jesús, subieron a la barca y la tempestad cesó; los discípulos creyeron, adoraron y llegaron a tierra firme.

Cristo es necesario, poner nuestros ojos en Él es necesario y mucho más seguir su voz. Así nos llame hacia lo desconocido, Él ya caminó por ese lugar, conoce cada parte, está con nosotros y nos llevará a salvo a nuestro destino.

Ana María Parra.

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